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David Cronenberg somete el duelo personal a su peculiar sensibilidad fílmica en ‘The Shrouds’

Vincent Cassel y Gary Pearce en una escena de "The Shrouds", cinta dirigida y escrita por David Cronenberg.
Vincent Cassel y Gary Pearce en una escena de “The Shrouds”, cinta dirigida y escrita por David Cronenberg.
(Sideshow / Janus Films)

Recuerdo claramente la impresión que tuve cuando, siendo un adolescente, vi en la pantalla grande “The Fly” (1986), el esperado ‘remake’ de una cinta de serie B de los años ‘50 sobre un científico que se transformaba sin quererlo en un insecto gigante.

En esta nueva versión, el relato adquiría un aire profundamente ominoso en el que no faltaban las imágenes más perturbadoras que yo había observado hasta el momento en términos de descomposición física y de ‘gore’. Pero que se trataba, a la vez, de una película que se encontraba magistralmente realizada y orquestada.

Con este gran estreno comercial, David Cronenberg se convirtió finalmente en uno de los directores de terror más aclamados de todos los tiempos, luego de haber desarrollado ya una carrera en el género que incluía títulos esenciales como “Rabid” (1977) -sobre una involuntaria vampiresa sexual-, “Scanners” (1981) -sobre unos psíquicos con capacidad para hacer explotar cabezas- y “Videodrome” (1983) -sobre un ejecutivo sometido a una señal televisiva malévola-.

Pero los alcances del autor canadiense iban mucho más allá de la escuela del fantástico, y empezó a demostrarlo a inicios de los ‘90 con una serie de películas que, sin dejar de ser inquietantes y extrañas, se introducían en diferentes terrenos dramáticos, como fue el caso de “M. Butterfly” (1993) -un inusual romance transnacional-, “A History of Violence” (2005) -un contundente ‘thriller’ de acción basado en una novela gráfica- y “A Dangerous Method” (2011) -un drama histórico de alto vuelo que recreaba las tensas relaciones entre los psiquiatras Carl Jung y Sigmund Freud-.

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A partir de este fin de semana, el mismo Cronenberg regresa a las salas de Los Ángeles y Nueva York con su nueva creación, “The Shroud”, una obra de clasificación imposible que lo lleva a lidiar con una enorme pérdida personal a través de un relato protagonizado por un experto en tecnología que, para enfrentarse a la muerte de su esposa, decide crear un cementerio en el que los familiares de los fallecidos pueden seguir de cerca el proceso de transformación de los cadáveres a través de sus dispositivos electrónicos.

En la entrevista por Zoom que nos ofreció esta semana, y que puedes encontrar también por aquí en su versión completa en video, el reconocido maestro habló del origen de este trabajo, de su relación con los géneros dramáticos, de su aproximación a la Inteligencia Artificial y de su trabajo en el set con el francés Vincent Cassel y la alemana Diane Kruger, quienes protagonizan la cinta. “The Shrouds” expandirá su exhibición en cines estadounidenses a partir del 25 de abril.

David, tu obra ha demostrado siempre el interés que tienes en los avances de la ciencia y la tecnología. Pero en esta película, todo lo que se muestra de forma realista está probablemente muy cerca del estado actual de la ciencia y la tecnología. ¿Qué tan interesante es para ti encontrarte dentro de esta realidad y poder utilizarla en tus historias?

Me parece muy natural. He sido un friki de la tecnología desde que era niño, y llevo jugando con computadoras desde los años ‘80. No tengo que pensar demasiado en ello, porque creo que forma parte de la vida de mucha gente. Lo que pasa en “The Shrouds” es actualmente posible. Si alguien quisiera crear estos extraños cementerios de alta tecnología, podría hacerlo. Así que,en lo que a mí respecta, esto no es realmente un trabajo de ciencia ficción, ni tampoco de terror, sino una historia de amor realista.

Uno se siente siempre tentado a clasificar las películas, pero esta es bastante diversa, porque se podría decir también que es un thriller cibernético que involucra a diferentes naciones. No sé si eras consciente de esto cuando la estabas escribiendo.

Lo estaba, pero no pienso realmente en el género cuando estoy haciendo una película. Sólo intento que cobre vida. La cuestión del género le pertenece más a los críticos, porque, como cineasta, no me ofrece algo útil con lo que trabajar. Es decir, las películas que he hecho, como “Dead Ringers” o “Cosmopolis”, ¿en qué género están? No están en ningún género. Así que no pienso mucho en eso hasta que hablo con críticos que quieren categorizarlas de una forma u otra.

Aún así, lo importante de todo esto es que se puede reconocer que estás detrás de las películas, debido a tu inconfundible estilo. Incluso cuando “The Shrouds” se siente muy realista, la atmósfera que posee es rara y a veces espeluznante. No sé si es algo que llevas dentro de manera permanente, o si tratas a veces de cambiar tu estilo visual y tu enfoque de la historia.

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Es un proceso muy natural. Viene desde las primeras películas que hice y que escribí. No pienso en ello. Creo que sería difícil para mí hacerlo de otra manera. Por supuesto, he hecho películas como “A History of Violence” y “Eastern Promises” que fueron escritas por otras personas y que tienen un sentimiento diferente, por lo que todo depende en buena medida de la escritura. Pero tengo mi propio estilo y me sale así.

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Esta película maneja una historia que fue pensada originalmente para una serie de Netflix. Es interesante, porque, ahora mismo, esa plataforma tiene un montón de series que tocan el tema de la tecnología y la ciencia de manera distópica. Lanzaron la serie alemana “Cassandra”, y por supuesto, acaban de presentar una nueva temporada de “Black Mirror”. Pero tú has estado haciendo esto desde los años ‘70, comenzando probablemente con “Rabid”. Así que eres el padrino de esa tendencia, o como se la quiera llamar.

Bueno, acepto ese papel. Pero, honestamente, cada vez que hago una película, es como si fuera la primera. No pienso en las otras. Sé que la nueva película estará conectada con las otras sólo porque viene de mi. Pero es como si fuera la primera película que hago, y tengo que intentar que cobre vida.

Acabo de ver los dos primeros episodios de “Black Mirror” y, por supuesto, eran interesantes. Eran como esas historias cortas que leías en las viejas revistas de fantasía y ciencia ficción. Pero su eficacia varía. Algunos episodios son buenos, otros no tanto. Al final, dejé de verlos; no sé por qué. Simplemente, no me interesaba continuar. Pero sé que ha sido un programa muy popular y que se mantiene con solidez.

De todos modos, tiene que ser bueno para un cineasta no ver demasiadas producciones que tocan temáticas similares a las que él mismo desarrolla en su carrera, con la finalidad de evitar que las influencias abarquen todo. “The Shrouds” es sumamente original, a pesar de que trata asuntos que forman parte de otras películas o series, porque se siente de inmediato como una creación tuya.

Para mí, las películas que hago son mi forma de discutir y comentar la condición humana en general y mi condición humana en particular. Y eso no viene de otras películas ni de series de televisión, aunque veo muchas de ellas. No es una cuestión de arrogancia, sino la realidad. “The Shrouds” trata en cierto modo de mi vida, aunque sea de forma metafórica y aunque esté creando personajes de ficción. No se trata de un personaje que vi en una película y que me gustaría imitar.

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David Cronenberg, retratado en el Lincoln Center.
David Cronenberg, retratado en el Lincoln Center.
(Todd Midler/For The Times)

Has dicho que no utilizas tus películas como terapia o catarsis, pero esta, en particular, trata sobre la muerte de un ser querido. El personaje principal está lidiando con esa pérdida a través de su peculiar invención. En cierto sentido, es una obra muy personal con la que estás obviamente conectado, pero cuando la vi, no sentí que fuera algo autobiográfico. Es como la exacerbación de un momento, de los sentimientos que tuviste en medio de tu propia tragedia.

Así es. No soy un empresario de alta tecnología, como mi personaje. No soy dueño de un restaurante y de un cementerio. En cuanto empiezas a escribir el guión, por más que muchas cosas de tu vida que te hayan inspirado, estás creando ficción y estás creando personajes de ficción. Y quieres que sea así, porque la idea es que esos personajes te sorprendan, que cobren existencia propia. No estás haciendo un documental sobre tu vida. Estás creando todo un mundo dentro del cine.

En un momento dado, cuando estabas escribiendo el guión, ¿sentiste que te estabas acercando demasiado a tus propias experiencias y que debías intentar algo diferente?

No, no se sintió así. La que fuera mi esposa a lo largo de 43 años murió en el 2017, y yo estaba abordando la idea de lo que sucede cuando alguien pierde a su mujer y el drama que viene con eso. Ese fue el incentivo para hacer la película. Pero, como digo, en cuanto empiezo a escribirla, tienes personajes que te sorprenden, que hacen cosas que no esperabas que hicieran y dicen cosas que no esperabas que dijeran. Y quieres eso, porque no quieres que sean una pálida imitación de alguien que conociste en la vida real.

¿Cómo te enfrentas en esa vida real a la Inteligencia Artificial, que es uno de los temas principales de “The Shrouds”? Sé que eres un hombre que apoya la ciencia y el progreso, pero las cosas han sido bastante complicadas por este lado. Ahora tenemos una aplicación que imita al Estudio Ghibli y todo parece estarse saliendo de control.

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Sí, es complicado y es interesante. Pero he visto muchas innovaciones tecnológicas, como el paso de lo analógico a lo digital, que ha sido el cambio más grande en la historia del cine. Nosotros, los cineastas, llevamos años usando IA, aunque no haya sido tan sofisticada como la de ahora. Sin embargo, al hacer una película, se utiliza para rastrear las cosas, para cambiarlas a medida que se mueven y para crear algunas que parecen reales y no lo son.

Para mí, la IA es una herramienta más en la caja de herramientas que puedo utilizar para lograr que mi película funcione mejor. No es un problema para mí, porque puedo utilizarla o dejar de utilizarla. Pero hay otras cuestiones sobre la IA, en el sentido cultural más amplio, que tienen que ver con la apropiación y los derechos de autor, y esa es harina de otro costal.

Me gustaría preguntarte sobre la elección de Vincent Cassel para el papel principal. La gente insiste en que se parece a ti, pero tú has dicho que no lo sientes así.

Mira, la forma de mi cara es diferente. Mis ojos son diferentes. Mi pelo es un poco similar. Pero no elegí a Vincent por su pelo. Había trabajado con él en otras dos películas, y me gusta como actor. Pero esto fue un gran reto para él, porque normalmente interpreta a tipos duros, gángsters que hablan muy rápido y que, además, no hablan mucho.

En esta película, el personaje es bastante diferente, mucho más suave y mucho más intelectual. Así que esta es la mayor cantidad de diálogo que Vincent ha tenido en cualquier película, como él mismo me lo contó. Y tuvo que hacerlo en inglés, lo que tampoco le resultó fácil. Creo que lo hizo estupendamente, pero es un papel diferente al que se espera normalmente de su parte.

¿Y qué hay de Diane Kruger? La película le presentaba muchas demandas emocionales y físicas, porque en esta historia, la sexualidad también es muy importante. De hecho, los dos protagonistas se exponen a sí mismos de muchas maneras.

Creo que Diane es fantástica. E interpreta tres papeles de manera brillante. Tuvo que emplear un acento canadiense. Le pedí que hiciera uno como el mío, que es del centro de Toronto, y lo hizo fantásticamente. Y Guy Pearce también lo hizo. Conté con actores realmente maravillosos que le dieron inmediatamente vida al guión y cuyos personajes no tenían nada que ver con personas que conozco.

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